jueves, 7 de febrero de 2013

PREPARANDOSE PARA DIRIGIR

"Cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, lo libraba de su boca y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba." 1 Sam. 17: 34-35. David crecía en favor ante Dios y los hombres. Había sido educado en los caminos del Señor, y ahora dedicó su corazón más plenamente que nunca a hacer la voluntad de Dios. Tenía nuevos temas en que pensar. Había estado en la corte del rey, y había visto las responsabilidades reales. Había descubierto algunas de las tentaciones que asediaban el alma de Saúl, y había penetrado en algunos de los misterios del carácter y el trato del primer rey de Israel. Había visto la gloria real ensombrecida por una nube oscura de tristeza, y sabía que en su vida privada, la casa de Saúl distaba mucho de tener felicidad. Todas estas cosas provocaban inquietud en el que había sido ungido para ser rey de Israel. Pero cuando se sentía absorto en profunda meditación, y atribulado por pensamientos de ansiedad, echaba mano a su arpa y producía acordes que elevaban su mente al Autor de todo lo bueno, y se disipaban las nubes oscuras que parecían entenebrecer el horizonte del futuro. Dios estaba enseñando a David lecciones de confianza. Como Moisés fue educado para su obra, así también el Señor preparaba al hijo de Isaí para hacerlo guía de su pueblo escogido. En su cuidado de los rebaños, aprendía a apreciar en forma especial el cuidado que el gran Pastor tiene por las ovejas de su prado. En las colinas solitarias y las hondonadas salvajes por donde vagaba David con sus rebaños había fieras en acecho. A menudo salía algún león de los bosquecillos que había al lado del Jordán, o algún oso de su madriguera en las colinas, y enfurecidos por el hambre venían a atacar los rebaños. De acuerdo con las costumbres de su tiempo, David sólo estaba armado de su honda y su cayado; pero no tardó en dar pruebas de su fuerza y su valor al proteger a los animales que custodiaba... Su experiencia en estos asuntos probó el corazón de David y desarrolló en él valor, fortaleza y fe
maranhata

forever

PARA DAR VIDA AL ALMA








El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. ( Juan 4: 14). El que trate de aplacar su sed en las fuentes de este mundo, bebe tan sólo para tener sed otra vez. Por todas partes hay hombres que no están satisfechos. Anhelan algo que supla la necesidad el alma. Un solo Ser puede satisfacer esta necesidad. Lo que el mundo necesita, "el Deseado de todas las gentes", es Cristo. La gracia divina, que él solo puede impartir, es como agua viva que purifica, refrigera y vigoriza al alma. Jesús no quiso dar a entender que un solo sorbo del agua de la vida bastaba para el que la recibiera. El que prueba el amor de Cristo, lo deseará en mayor medida de continuo; pero no buscará otra cosa. Las riquezas, los honores y los placeres del mundo, no le atraen más. El constante clamor de su corazón es: "Más de ti". Y el que revela al alma su necesidad, aguarda para satisfacer su hambre y sed. Todo recurso en que confíen los seres humanos, fracasará. Las cisternas se vaciarán, los estanque se secarán; pero nuestro Redentor es el manantial inagotable. Podemos beber y volver a beber, y siempre hallar una provisión de agua fresca. Aquel en quien Cristo mora, tiene en sí la fuente de bendición. . . De este manantial puede sacar fuerza y gracia suficientes para todas sus necesidades.-DTG 157.

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